domingo, 29 de abril de 2007

Fronteras

El otro día al enviar una carta, en el estanco me dieron este sello. Al principio no le presté mayor atención, después por mi afición a la Cartografía pensé, este mapa me suena. Eché mano de las gafas y ya me percaté de que se trataba del Embalse de Rosarito.
Es un sello que pertenece a la serie denominada Ciencias de la Tierra y del Universo, dedicado a la Cartografía Básica. La Cartografía o el trazado de mapas, tiene como objetivo el reconocimiento científico de la Tierra. Todos los pueblos, desde las épocas más remotas, han intentado describir con la mayor precisión posible los accidentes geográficos y su medio físico, lo que nos ha permitido conocer la evolución del planeta hasta llegar a su representación exacta.
No sé quien realizó la elección del mapa de este territorio, pero puedo asegurar que se trata de una zona muy especial. En el aspecto administrativo es la frontera entre tres Comunidades Autónomas: Castilla León, Castilla La Mancha y Extremadura, tres provincias: Ávila, Cáceres y Toledo, y siete municipios: Villanueva de la Vera, Madrigal de la Vera y Talayuela (Cáceres) Lagartera, La Calzada de Oropesa y Oropesa (Toledo) y Candeleda (Ávila) que coinciden en este territorio.
En el aspecto geográfico, una mirada atenta, nos hará descubrir el Embalse de Rosarito. Construido en la primera mitad del siglo XX, se cerraron sus compuertas en el tajo que ha tallado el río Tiétar entre el Cerro del Rosarito y las angosturas de San Juan. También observaremos que el elemento agua está presente en todo el territorio: gargantas, arroyos, fuentes, pozos, canales y el río Tiétár. Esto convierte la zona en un espacio sagrado, según diversos estudios de la prehistoria extremeña que consideran que el culto a la confluencias de afluentes en ríos, es uno de los más extendidos en las culturas prerromanas y clásicas de la Región. Si observamos bien, veremos que existen diversas confluencias, la garganta de Chilla en la de Alardos y un poco más abajo ésta confluye en el río Tiétar. Anteriormente el río Tiétar bordea dos cerros, San Juan (403 m.) y Rosarito (388 m.) que aunque no tienen gran altura se convierten en oteros privilegiados sobre el territorio circundante, con una gran fragosidad en la vegetación sobre todo en sus caras nortes y un tupido bosque mediterráneo que se conserva en bastante buen estado.
Recurriendo a la mitología haré una lectura del paisaje del mapa. Cuando dos peñas enfrentadas son cruzadas por un río con diversas confluencias de corrientes de agua, caminos y vados y con barcazas para el paso del ganado y viajeros entre ambas orillas, este territorio se configura en un Axis Mundae. Simbólicamente se convierten en un sitio de poder, un centro, un omphalos o punto alrededor del cual todo gira.
El Cerro de Rosarito es una cruz a los cuatro puntos cardinales, una atalaya de control privilegiado del paso del Tiétar dominador de una vasta extensión y cuenta con una vista excepcional de la cara meridional del Circo de Gredos y sus cumbres más altas. Este sitio es una especie de agujero por el que emanan los deseos y designios de los dioses, una ruptura en el espacio y un punto de intercomunicación entre la Tierra y el Cielo, lugar idóneo para la comunicación con las deidades y, en los momentos de ira divina, procurador de la paz con el más allá. El lugar es a un tiempo catártico y apotropaico, es decir, capaz de purificar las pasiones mediante la emoción estética y capaz de alejar el mal, ya sea de seres o espíritus malignos.
No es casual que en el Cerro de Rosarito, se encuentre un Palacio y las ruinas del convento de Nuestra Señora del Rosario o cenobio de Rosarito, el cual ha pertenecido entre otras ordenes, al Temple, Benedictinos, Cisterciense, Agustinos y a partir de 1557, por intervención de San Pedro de Alcántara a la orden seráfica.
Igualmente en el otro lado del río Tiétar y en la confluencia de Alardos, se ha encontrado el santuario de Postoloboso (Ávila) donde se tributaba culto a Vaelicus, del que se conservan una veintena de inscripciones. Era un dios vetton vinculado con el lobo, y por lo tanto de carácter infernal, como el Sucellus galo. Éste espacio, algunos autores lo consideran un santuario de frontera, sería como un espacio ritual de convergencia de diversos pueblos, tal y como ocurre en el caso del santuario de Ataecina en Santa Lucía del Trampal (Cáceres), cuya ubicación lo convierte en un espacio ritual de convergencia de diversos componentes étnicos (vettones, lusitanos y célticos del suroeste).
Al horizonte céltico pueden adscribirse las dos deidades más importantes no romanas de Hispania, es decir, Endovellicus y Ataecina. El primero cuenta con 85 inscripciones dedicadas en el santuario de São Miguel da Mota, en el Alto Alentejo. Su culto se extendía en el territorio entre los ríos Sado y Guadiana hasta Huelva. Sus devotos pertenecían a todas las capas sociales. De él se conservan tres cabezas. Endovellicus era un dios de carácter oracular e infernal. Se cantaban himnos en su honor.
Ataecina era una diosa venerada por la región regada por el Guadiana, si bien recibió culto en otras áreas más apartadas. Su santuario se encontraba en El Trampal (Cáceres), donde han aparecido doce inscripciones. Se piensa que su culto procedía de Turóbriga, en la Beturia Céltica. Era una deidad de carácter infernal y su «celtismo» no es seguro. Se asimilaba a Proserpina, de ahí que se le atribuyan también funciones agrarias.
El santuario de Postoloboso pervivió durante la etapa visigoda en una Ermita datada en el siglo VI, desconozco a quién estaba dedicada. En la Edad Media, a finales del siglo XII, se debió construir un templo a San Juan ante Portam Latinam. Posteriormente fue un centro espiritual para toda la comarca, con cierta veneración al monje popularmente conocido por "San" Bernardo de Candeleda- pese a no estar canonizado-, perteneciente a la Orden del Cister y el santuario pasa a llamarse de San Bernardo. Hasta finales del XIX, el día de San Bernardo se realizaba fiesta y romería al lugar. El paso de este territorio a manos privadas hizo que el santuario cayera en el olvido.
También en el mapa, aparece la desembocadura de la garganta de Minchones en el río Tiétar, zona en la que se encontró la conocida jarra tartésica de Villanueva, relacionada con el yacimiento Protohistórico de Pajares. En esta zona del mapa se encuentra también uno de los nombres toponímicos más bellos y sugerentes que conozco: La Madrevieja.
La fotografía, cuyo autor ignoro, me fue enviada por un amigo y la he usado sin su permiso porque ilustra perfectamente el mapa. También nos dá cuenta de que estas montañas y dehesas, tienen más que ver con las del continente africano que con las montañas europeas, de ahí la fragilidad a la que estan sometidos sus habitat y biotopos.
Los enlaces a opiniones de diversos autores como José Mª Blázquez, Antonio García y Bellido Sebastián Celestino, José Luis Blanco y Eduardo Sánchez Moreno nos pemite ampliar y completar la información.

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